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Dan Guajars

Santiago, 1977. Periodista de profesión, lector y autor de fantasía y ciencia ficción desde los 12 años, trabaja en marketing online y hace clases de Internet para periodistas. Felizmente casado con Lucía Gabriela y es el orgulloso padre de Amanda Luna.

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The Best of the Best: 20 Years of the Year's Best Science Fiction
Bruce Sterling, William Gibson, Stephen Baxter, Lucius Shepard, Ian R. MacLeod, Greg Bear, Connie Willis, John Crowley, Brian Stableford, Ted Chiang, William Sanders, Steven Utley, Molly Gloss, Tony Daniel, Robert Reed, David Marusek, Maureen F. McHugh, Greg Egan, Paul J.
Heart-Shaped Box
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Las Criaturas del Cyborg

Las Criaturas del Cyborg - Diego Muñoz Valenzuela De Diego escuché mucho durante casi toda mi época de farandulero sci-fi. Su novela “Flores para un Cyborg” era una leyenda aclamada como obra maestra inencontrable, publicada fuera de Chile y sin posibilidad de ver una copia por estos rincones. ¡Maldición! Todavía espero leerla, algún día.

Hasta que me llegó una invitación al lanzamiento de “Las Criaturas del Cyborg”, secuela de la anterior. De hecho el libro llevaba algunas semanas en librerías antes de ser lanzado y yo por supuesto ya tenía mi copia bajo el ala.

Leí la primera mitad de una patada y tuve que detenerme y analizar lo leído. La lectura se me hizo leeeeenta, principalmente por dos detalles importantes: 1) el retrato de unos villanos que (por sus características) debían ser unos natres de sangre fría, torturadores y asesinos, pero que parecían sacados de una serie infantil, especialmente sus diálogos de Pierre Nodoyuna que se soba las manos. Y 2) las omisiones y referencias a la novela que nunca leí, que se daban por conocidas y que se intentaban suplir con latos diálogos entre los personajes mientras recordaban pasajes de su pasado, en varias páginas consecutivas donde no ocurre nada.

Antes que piensen que estoy arrojando la novela al tacho, debo decir que en ausencia de la acción, los diálogos entre el Cyborg (Tom) y su creador son realmente hilarantes y son un acierto destacable, es difícil escribir con gracia y que los personajes suenen de verdad cómicos. Hubiese preferido que los antagonistas no sonaran tan cómicos también, especialmente cuando planeaban un degollamiento, o ese Cachete Chico que me sacó hartas carcajadas… pero bueh.

Sólo eché de menos más descripción, de lo que ocurre alrededor de los personajes mientras hablan, cómo es el lugar donde están y hasta qué punto expresan emociones con sus cuerpos. Pero eso es una obsesión personal mía, no es una falla del libro. Salvo algunas escenas donde no se sabe dónde están los personajes, si están sentados en una sala o apretujados dentro de un clóset, mi imaginación pudo suplir la ausencia de descripciones en las demás.

La novela se sustenta en los diálogos y confabulaciones de dos grupos (los “buenos” y los “malos”), en su afán de resolver asuntos inconclusos y cobrar viejas rencillas. Tiene un aire de novela negra (juvenil) y un lenguaje cuidado. El Cyborg es exótico, su solo nombre y las referencias humorísticas a él como una lata vieja y oxidada, además del dibujo de la portada, proponían una imagen de robot humanoide clásica que luego me enteré por un par de párrafos casi al final, que no es tal. Y NO ES EL PROTAGONISTA, aunque todo pareciera girar en torno a él.

Es un libro para un público juvenil y sería un buen regalo de cumpleaños para ese chiquillo y chiquilla ávidos de lecturas entretenidas. Recomiendo a los más viejitos (como yo) leer “Flores para un Cyborg” antes. En serio. Y si alguien sabe dónde la puedo encontrar, deje un posteo aquí y rápido voy a comprarla.

El Fumador y Otros Relatos

El Fumador y Otros Relatos - Marcelo Lillo Llevaba mucho tiempo escuchando de este escritor sureño y sus historias ganadoras de concursos literarios, en serio me picaban los dedos por conseguir uno de sus libros de cuentos y analizar hasta el color de la tinta. Y por fin pude.

Tenía unas expectativas muy altas, es verdad. No me creo la historia de la pistola y el suicidio programado en caso que no le vaya bien con su escritura, eso es otro de sus cuentos, uno bastante macabro, pero efectivo. Así logró llamar la atención de los medios en la época que salía este libro. Pero no fue sólo eso, de verdad su nombre se repetía en uno u otro concurso de cuentos (de las Europas, en todo caso). Por lo tanto debía ser un tremendo escritor.

Al leer sus cuentos me encontré con una simpleza muy básica, historias con protagonistas sin nombre y desenlaces descafeinados. Algunas de las historias son francamente pobres y olvidables. Mas no todas, algunas me dejaron fascinado y estoy en proceso de releerlas, en serio. Pero son la minoría. Los cuentos peor logrados están repletos de situaciones forzadas que suenan del todo inverosímiles, que obligan a repensar las escenas que hacen ruido en una sinfonía minimalista. Y contrastan con esa simpleza característica de su escritura. Me hicieron arrugar el ceño y nada más.

Los mejor logrados son además los más simples y verosímiles y funcionan como ventanas a una experiencia significativa de los protagonistas. A pesar de la falta de descripciones emocionales logran mostrar el estado de ánimo de su protagonista. Eso sí fue un descubrimiento y un agrado de leer.

No daré detalles de cada cuento, no hay para qué, tienen que leerse sin tanta introducción. Basta decir que la presencia de esos cuentos fabulosos explica por qué Marcelo Lillo gana concursos y se nota que los demás textos (los que no tienen ni un brillo) son los que no ganaron.

¿Lo recomiendo? Sí, hay buen material ahí. Y es una buena lección de simpleza para los autores nóveles que insisten en tirar toda la carne sobre la parrilla. Aprendí leyendo (como escritor que me creo) y me surgieron varias ideas. Hay un segundo libro de cuentos y una novela que me gustaría leer, pero la ansiedad ya pasó, ya le pillé la maña.

Cuentos chilenos de terror

Cuentos chilenos de terror - Francisco Ortega, Jorge Baradit, Luis Emilio Guzmán, Francisca Solar, Marcelo Simonetti, Carlos Tromben, Daniel Villalobos, Mike Wilson Aunque la portada diga que son de Terror, se trata de un amplio espectro (bazzinga!) de cuentos fantásticos que exploran el miedo desde la perspectiva de una generación de escritores que en promedio no superan los 35 años de dad, con influencia del terror televisivo de los 80 y las tendencias de moda literaria del presente.

No me aterró, ni siquiera me dio sustito, pero sí me puse en la piel de mi yo de hace veinte años y proyecté virtualmente lo que habría sentido si los hubiera leído en esa época impresionable de mi juventud. Llevo tantos años leyendo fantasías surtidas que algunas temáticas no me hacen ni cosquillas, pero estoy seguro que el público al que realmente está dirigido este libro (escolares) se va a revolcar de espanto y los comentará al día siguiente con temibles ojeras.

Todas las historias están adscritas dentro de la tradición del cuento, estructuradas de manera simple, sin experimentos, y en extensiones apropiadas para una lectura rápida. En algunos cuentos me llamó la atención que el narrador-protagonista no tuviera nombre (no se nombra a sí mismo ni es nombrado por otros personajes), incluso que no tuviera una descripción apropiada para imaginar algo de él, pero luego de googlear el tema comprendí que no es para volverse loco ni salir con pancartas, se trata sólo de una obsesión mía.

Una de las historias (Ortega) me dejó fascinado, porque mezcla lo real y cotidiano con la mitología cercana y los horrores de un pasado reciente. Me gusta eso al punto que seguiré su ejemplo.
Otra de las historias (Wilson) contada desde la perspectiva del monstruo me gustó particularmente, pero al mismo tiempo me dejó frustrado. Esa misma historia contada desde la perspectiva de una víctima, quizá la chica del beso, habría logrado aterrarme en serio.
Otra (Baradit) comenzó como la historia de un fantasma y terminó como una descripción épica de un futuro aterrador dentro de la tradición de Ygrasil, produciéndome algún escalofrío por lo vívidas de las imágenes.
La única historia gráfica del libro (Ahumada2) es un excelente ejemplo de cuento con enfoque tenebroso y tensión en aumento, con un final linkeado con el principio. Aunque es un comic, es también el cuento más cuento de la antología.
Un relato (Tromben) usaba una manera extraña de referirse a los mapuche como “minoría autóctona de la región” y los pumas como “gran predador autóctono”, frases que se repiten en un inicio vago y poco prometedor y que finaliza como un relato que es de los pocos en la antología que logra esa atmósfera de desasosiego creciente. Ese final potente corrige la vaguedad y la ausencia de claridad del inicio.
La historia del pescador (Solar) que está más preocupado de su plata que de lo obvio, me dejó tenso y es lo más cercano al susto que sentí leyendo los cuentos de este libro. Aunque no entendí qué papel jugaba la ceniza en el cuadro, no es necesario entenderlo realmente. Imaginé algunas respuestas rebuscadas.
El relato del padre que habla con su hijo (Guzmán) al igual que el del tipo que va donde su polola en un paisaje invernal acosado por aves de rapiña (Simonetti), no lograron llevarme a un estado donde sintiera el mínimo grado de asombro, esperable en una historia que busca atemorizar.
La historia del joven que sobrevive a su viaje en el Démeter (Villalobos) funciona como fanfiction de otra obra muy famosa; y si bien no me produjo temor, sí me hizo dar un par de urras mientras iba en el metro, por tratarse de una obra bien orquestada y que ofrece un punto de vista distinto al conocido acerca de una historia muy manoseada. Un veradero acierto.

Se nota que los autores de los cuentos mejor logrados en esta antología conocen el oficio del cuentista y comprenden cómo ganar la atención del lector, cuando usar un recurso estrambótico en un contexto calmado, cuando mostrar una imagen que golpea, cuando hacer una pregunta que no puede ser contestada, y especialmente cuando no ser obvios. De verdad vale la pena leerlo, por el simple placer de leer.

(Hay algunas imágenes grotescas surgidas de este libro y que me rondaron mientras arrancaba la carne de un pollo frito esta tarde. Eso podría considerarse un triunfo).
The Graveyard Book - Neil Gaiman Es la primera novela que leo de Neil Gaiman, ganadora del premio Hugo a Mejor Novela en 2009. Y la disfruté enormemente, aunque le encontré algunos detallitos. Su mérito está en la capacidad del autor en quitar lo horroroso a los temas que han sido por generaciones motivo de espantos y escalofríos y es un gran logro que le hizo merecedor del premio citado.

Es la historia de un joven (Nobody Owens) que creció en un cementerio, criado por fantasmas y una criatura que sin decir lo que es, se entiende que se trata de un vampiro. Aparecen otras monstruosidades en el camino, algunas más espantosas que otras, pero al verlas a través de los ojos de este niño sin miedo, el mundo del Cementerio cobra vida y se vuelve fascinante.

De tanto en tanto, el punto de vista de la historia cambia a otros escenarios, tal vez con el objetivo de mostrar al lector que hay más cosas en el mundo que incumben al personaje principal, y si bien son un aporte en el momento en que son incluidas, son un error típico de alguien (el autor) que busca una salida rápida a un problema que no sabe cómo solucionar. En una novela que es 99% vista desde la perspectiva de Nobody Owens (Bod para los amigos), ese 1% es un distractor innecesario que pudo solucionarse dando un poco más de diálogo a los personajes que podían contar esas historias.

Los personajes son estereotipados y en general unidimensionales, pero es esperable de criaturas que llevan cientos de años muertas, por lo mismo no se nota la ausencia de trabajo sobre los personajes secundarios, que son muchos. Las características de los personajes principales están trabajadas con sutileza y yo lector me pude formar una imagen de ellos fácilmente.

La novela es rica en detalles fabulosos, sigue la estructura obvia del arco argumental que prepara al protagonista para terminar aquello que comenzó y así cerrar aquella puerta al principal conflicto en su vida, develando el misterio, volviendo al punto de partida, y lo hace de tal manera que produce una profunda tristeza al terminar de leer.

Es una historia bien lograda en un mundo estructurado y que parece complejo, pero que es una delicia por su simpleza. Lo que para todos es un horror, aquí es hogareño y querible. Es un libro para niños, por cierto, ilustrado con tintas en escala de grises (por Dave McKean, lo que da una nueva dimensión al horror que no aterra). Lo disfruté como un marrano en el lodo y lo recomiendo sin dudar.
The Name of the Wind - Patrick Rothfuss Pequé de iluso y lo leí pensando que era autoconclusivo. Error mío, por supuesto. El libro dice Continuará al final, en cursiva y bajo la risotada del editor que debe estar contando los billetes. La novela está escrita con un estilo agradable, sin giros rebuscados ni ambiciones literarias profundas, utilizando una técnica de dos narradores superpuestos que le otorga ritmo de diálogo y de historias paralelas. Y a pesar de mi impaciencia e intolerancia con las sagas fantásticas en formato de ladrillo, es un libro que encanta desde el principio y que vale la pena leer.

La historia comienza por el final, con un Kvothe que es más viejo de lo que aparenta, atendiendo una cantina en un rincón alejado del mundo y del peligro, lo que podría esperarse de un simpatista retirado (mago o brujo, en la nomenclatura del libro). Le acompaña un aprendiz que al rato se nos muestra como algo muy distinto a lo que aparenta, y al poco tiempo aparece un Cronista que viene buscando la historia del verdadero Kvothe, no los mitos y leyendas cambiantes y exagerados que se tejen al rededor de su imagen pasada.

Que comience por el final es relevante. Es lo más relevante del mundo, porque nos dice a gritos que pase lo que pase en su historia, el personaje principal, Kvothe, seguirá viviendo aventuras hasta el momento mismo en que comienza esta historia. Es una garantía que da seguridad al leer, pero que al mismo tiempo me llena de ansiedad. A lo largo del libro repite el truco, esta vez adelantando partes de la historia sin contarlas realmente, y engancha al lector en ese juego por saber cómo ocurrirá aquello que fue enunciado apenas. Una especie de cliffhanger descafeinado, muy apropiado para el estilo narrativo.

El ritmo del relato es pausado, se toma su tiempo para presentarnos el entorno, el contexto, con imágenes simples. De hecho el primer cuarto del libro da la sensación que no ocurre nada, aunque en las primeras páginas ya nos sumerge en el mundo mágico donde está situada la historia y sus personajes, con un evento sangriento. Ahí quedé inmediatamente prendado, pues entre dato y dato el libro muestra que el protagonista extraño de cabellera roja es algo más que un simple cantinero. Y luego de ocurrido esto, páginas y más páginas de situaciones cotidianas y conversaciones con mucho sentido, hasta que el verdadero relato comienza.

El método de los dos narradores funciona perfecto aquí. Un narrador heterodiegético deficiente, que cuenta los hechos en torno a la cantina y los personajes que en ella interactúan; y un narrador homodiegético protagonista, Kvothe, que cuenta su historia desde su infancia y arroja esos detalles de acontecimientos que no conocemos y que atan al lector a continuar leyendo. Ambos narradores se intercalan y queda claro en cada escena qué narrador es el que manda.

Los elementos de la historia, al menos en este primer tomo de la saga, no son ninguna novedad: el niño feliz que aprende que tiene un poder sin igual, el evento traumático que marcará toda su vida, la juventud torturada como un indigente, la oportunidad de volver a comenzar gracias a un golpe de suerte, la juventud auspiciosa en un nuevo ambiente, amistades cómicas que poco aportan a la historia salvo como comodines para presentar situaciones, un amor inolvidable y un enemigo despreciable. Creo que ya vi esto en alguna parte. Pero a pesar de la repetición de estructuras propias de la narrativa fantástica heroica, todo lo que acompaña a estas piezas de la historia, los condimentos bien relatados y las situaciones claramente presentadas, me hicieron olvidar tanta obviedad y al fin pude disfrutar el relato.

Comenzado el tercer cuarto de la novela hay un bache, una situación que cambia el foco del relato y que incluye a un personaje demasiado obvio. El ritmo, los diálogos, las situaciones, se vuelven fofos, mecánicos, como un capítulo agregado al final para rellenar, muy estereotipado y distinto a lo que venía leyendo con tanto entusiasmo. Se muestran situaciones, objetos y lugares que antes fueron enunciados por otros personajes que parecían no tener ninguna relevancia. Y aunque yo lector entendí lo que me mostraba el autor, obviamente el personaje no hacía los link necesarios y eso me llenó de frustración. Por la cresta, pensé, otro Harry Potter imbécil. Si el personaje se suponía tan inteligente… Pero había caído en la trampa del narrador. Quien contaba la historia era el mismo Kvothe, que sabía la verdad, pero la contaba de tal manera que no se adelantara a los hechos. Lo odié por eso.

El último cuarto del libro prometía con dar un cierre, pero a medida que me acercaba al clímax entendí (muy tarde) que se trataba de una saga y lo que estaba leyendo era apenas la primera de muchas (espero que no sean más de tres). Resignado, continué con la lectura y nuevamente fui golpeado por un giro inesperado, el narrador en la cantina presentaba un nuevo hecho sangriento, mágico, aterrador. Tal como comenzó la novela, así mismo terminó.

Redondeando: la historia narrada por Kvothe claramente está encadenada a los hechos dramáticos que ocurren a su alrededor en tiempo real. Dos historias paralelas, dos narradores con características diferentes. Una historia compuesta por estructuras predecibles pero que al final sorprende. Bien escrita, bien lograda. Agradable de leer. Desde el principio se siente empatía con ese chico feliz que cae en la más aterradora agonía. Da escalofríos.

Fue una buena lectura. Y para gozo del editor, compraré el segundo tomo que seguramente será tan caro como el primero (alrededor de $25.000 pesos chilenos). Lo único que exijo, es que sea tan bueno como el primero.

Zombie

Zombie - Mike Wilson-Reginato Es una novela corta, 120 páginas en letra grande, que se lee en un rato. Es fluida y precisa, no leí nada que pudiera considerarse de relleno. A ratos me surgieron preguntas como dónde están los adultos o de dónde sacan la comida, qué traen puesto, o qué piensan mientras hablan; en todos estos años de fornicación descontrolada nadie se embarazó. A mí se me dan fácil esas preguntas mundanas, la novela no necesita responderlas por obligación, pero mi imaginación requiere de algunos detalles extra.

El personaje que tiene una voz más clara y fascina por sí solo, es Frosty. De hecho, si se trata de poner una chapa, Frosty es el protagonista, la novela es acerca de él y su pasado sórdido y su presente obsesivo. El rostro quemado efectivamente le otorga nitidez y lo hace tangible, aunque sea un monstruo.

Mi visión personal de toda narración, para que tenga sentido, es que me presente un conflicto al principio y lo cierre al final. Es mi deformación personal y es muy útil para entender cualquier novela, por muy experimental que sea. Al buscar el conflicto que da sentido a Zombie, lo que salió a flote no fue la bomba atómica ni la supervivencia ni la drogadicción, sino la desaparición de los personajes en el borde del bosque. Ahí nace el misterio y es ahí donde se resuelve junto con el cierre de la novela, en un viaje a través de la desolación del cráter hacia lo desconocido.

Lo que me causó un total desconcierto fue el narrador. Al comenzar el libro hay una primera escena relatada en tercera persona y luego todas las demás escenas recaen en un narrador proxy en primera persona, un filtro de los personajes que traduce sus pensamientos (supongamos caóticos) en ideas elaboradas y pensamientos profundos. Es decir, todos se expresan como el mismo personaje, hablan con una misma voz, piensan con el mismo cerebro, indiferente de su género o edad, incluso Frosty que podría considerarse como el Protagonista. Muy desconcertante.

El libro en sí es una gran metáfora, cada aspecto de la historia representa metáforas paralelas, los personajes son apenas pequeñas piezas del rompecabezas. Hay que leer con muchos filtros superpuestos para llegar al corazón del mensaje y para entenderlo hay que ser algo más que un lector de novelas de acción o de navecitas que meten bulla en el vacío del espacio.

En resumen, sí fue una lectura satisfactoria, aunque hubo detalles que llamaron mi atención y nublaron mi experiencia lectora. Lo leí en un rato, en serio, ida y vuelta en la micro. Y me dejó muchos ruidos. No lo recomiendo para todo público, por lo menos no para cerebros con poca retención o mala comprensión de lectura. Sería una excelente lectura para un universitario instalado en un discurso profundo acerca de la vida y el sentido de las cosas, encontrará preguntas interesantes y podrá responderlas al calor de un buen navegado.